La conferencia y la representación

A menudo los conferenciantes hablan de cosas, informan sobre el estado de las cosas. Parece que sus palabras son como un mapa del tiempo informando sobre el clima de las distintas regiones. Pero incluso el mapa del tiempo es acompañado por alguien que nos lo cuenta en los propios informativos. Los que se atienden más que al estado de las cosas se olvidan de que están contando. Son personas que se han olvidado de que hablan.

Nietzsche habla de cómo las palabras no reprensentan cosas. En cierto que las palabras pueden representarlas: si te digo de los colores en un semáforo, no será casualidad que acierte. Las palabras si pueden transmitir un estado de cosas. Pero no es lo único ni mucho menos. Creo que se podría ver esa comunicación de un estado de cosas como una estrategia más de persuasión. Yo por ejemplo, he tenido temporadas en las que hablaba mucho con extranjeros. Me daba cuenta entonces del poder que se tiene cuando eres el que conoce el estado de cosas y por tanto el que lo comunica. Puedes dirigir la acción de los otros porque puedes llevarles donde tú quieras, porque puedes hacer con ellos lo que quieras. Lo mismo ocurre para los que se empeñan en transmitir un estado de cosas con el habla: no quieren sino dominar el espacio oral. Hay algunos que no pueden dejar de transmitir estados de cosas. Los pobres son la única jugada que se saben. Es como un jugador que sólo sabe tirar a puerta: termina dando patadas aunque no tenga el balón. Lo mismo ocurre para algunos conferenciantes: sólo saben comunicar estos estados de cosas.

La representación no es más que un recurso de persuasión. El conferenciante que sólo se atiene a ello es como el jugador que sólo tira cuando coge el balón: tiene que ser muy bueno o de otra forma uno acaba cansado de pasar el balón a alguien así. Uno deja de disfrutar cuando la pasa el balón porque el otro sólo se preocupa de satisfacerse inmediátamente. Y contrariamente a los genios, no es ningún placer ver a estos genios satisfacerse. Cuando Maradona marca ese gol a Inglaterra es un placer ver como el pelusa se lo hace él solo. Cuando el chupón de turno se embarca en su jugada personal que siempre pierde, es bastante aburrido ver el panorama.Por lo tanto, zanjo diciendo: el conferenciante, o es muy bueno con un recurso o debe manejar un repertorio algo más amplio.

Pero sobre todo hay algo asombroso acerca de la representación. Hay gente que cree que cuando a uno le representan cosas, las aprende. Como acabamos de decir, la representación no es más que una forma de dominio, es decir, de comunicación. Hay gente, sin embargo, que en las clases pide que se le representen estados de cosas, que se le cuenten con un índice, con un temario… sistemáticamente. Yo no creo que la representación sea una forma particularmente eficiente para la enseñanza. Es una relación de poder más, y por el hecho sólo de estar sometido, no creo que se deduzca ningún aprendizaje. Por el contrario, creo que el aprendizaje tiene más que ver con la persuasión y con el gusto. A las clases se va a ser embaucado, a ser seducido. En eso consiste la educación. No por nada en Grecia la educación estaba ligada con el sexo. Y sorprendentemente quienes se descubren seducidos ante una clase de Gabilondo dicen, -es sólo retórica-. Dicen esto cuando han disfrutado. El problema es mayor, pues, se niegan a aprender disfrutando. El aprendizaje debe venir de esa otra forma que es la representación.

Para NIetzsche, el lenguaje es una herramienta de persuasión. Aceptamos que la representación es posible con el lenguaje, pero la aceptamos como un recurso más de dominio. La cuestión es entonces, ¿por qué algunos sólo aceptan esta forma de dominio y descartan las otras? Pareciera como si sólo les vale ser pegados con un látigo de siete puntas pero no con uno de cinco: sólo sienten el dolor un uno de los casos. Es como esos histéricos que dejan de sentir ciertas zonas de su cuerpo y puedes cortarles sin que se den cambio. A estos alumnos, puedes dominarles de tal forma que no se dan cuenta. Más aún, suelen pedir que se les domine expresamente de esa manera. Es como pedir a tus amigos que al hablarte te hablaras como si fueras un guiri, es decir, al pasar por el Museo del Prado, que te informen, que te representen el estado de cosas, que señalen la cosa y te digan -esto es el Prado-. Entonces se quedan satisfechos.

En tanto que se habla la conferencia o la clase dispone de un número de recursos que desbordan la mera representación de estados de cosas. La enseñanza podría estar más cerca de ciertos placeres de la escucha que de la información de estados de cosas, es decir, más cerca de la persuasión que no trae ningún objeto que de la presentación sistemática de objetos. Este tipo de oyente se parece más bien al rey que aburrido hace pasar los presentes de sus súbditos por delante de sus ojos. El oyente que propongo se abre al conocimiento dispuesto no a conocer cosas sino de manera más general al juego de persuasiones que es la comunicación. Así, acepta el conocimiento no como un estado de cosas, sino como una dinámica de persuasión. Conocer es entonces ser persuadido. Estos siempre es problemático por lo incierto a dónde uno será conducido, pero podemos adaptar aquello: si te dejas persuadir es malo… pero si te resistes es peor. El problema de todos estos alumnos que no aceptan la persuasión y solo reconocen los estados de cosas, es que cuando les persuades se les queda una cara de tontos que no pueden con ella. No aceptan la incertidumbre ni a la de tres. El neurótico, he leido que dice Freud en algún lugar, es el que no acepta la ambigüedad. ¿Hay algo más ambiguo que la persuasión? Por la contra, la representación es una forma quizás poco ambigua… y mucho menos emocionante. ¿Por qué la pérdida de la emoción iba a ser en absoluto educativa?

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