La confesión, la frustración, los niños y Papá.

Mi primer trabajo en filosofía fue acerca de la confesión: cuando uno se queda frustrado, confiesa. Por ejemplo: no me he atrevido a saltar desde aquel peñon. Lo que me interesaba era la frustración ante cosas desmesuradas que exigían bastante autocontrol El peñon a una altura considerable imponía un vértigo que había que dominar. lo mismo pasa con las chicas, es necesaria una suerte de control.

La cuestión es entonces que la confesión es una forma de tener razón: no se discute ni se somete a crítica, las cosas son tal como uno las piensa. El mundo es de tal forma como yo lo represento; esto quiere decir tener razón. Sin embargo, el mundo sólo es así cuando no hay nadie para discutirlo. Otro mundo que también es así es el del niño. La palabra del niño representa al mundo porque no es discutible: las cosas son como Papá las dice. Así pues, el uso del lenguaje representativo, esto es, de la confesión, es un intento por restaruarar la infancia, esto es, la palabra última de Papá. Cuando uno está frustrado, acude a la palabra única de Papá. En eso consiste la confesión. Un amparo de la frustración.

Cuando pensaba que era mágica y que con sólo pronunciarla uno tenía razón, no andaba muy lejos. Es cierto que tiene cierto sabor a cura, pero no por otra cosa que por volver a sentirse niño. La infancia aquí se siente como vara del autoritarismo que es la forma que toma aquí el lenguaje. María Zambrano decía que la última palabra la tienen los necios y los violentos. Se le olvidó decir que para los niños, la última palabra la tiene Papá, y, cuando uno confiesa, sea necio o brillante, tiene igualmente la última palabra. La confesión es una forma de autoritarismo en el lenguaje. Pretende ser incontestable, tal como se dicen las palabras así debe ser el mundo al que se refiere.

La dirección más seductora parece, sin embargo la contraria: no confesar sino hablar. Dialogar de forma que el otro tenga lugar en la palabra. Wittgenstein habla de los lenguajes privados de los filósofos. La confesión es el lenguaje privado por excelencia. Una filosofía menos autoritaria que albergue a la otra parte puede ser mas interesante. Avanzar hacia donde está la gente, no hacia el amparo. Nada de confesiones, olvidar la seducción del autoritarismo. La filosofía como diálogo, esto es, como política.

Etiquetas:

Deja un comentario